Camino por la vereda, la pata me duele y ya no la puedo utiizar, la gente me ve con pena o con asco, no se y no me importa, yo solo puedo pensar en los retorsijones de mi estómago por el hambre y el intenso dolor.
Las fundas siempre tienen algo que se pueda comer, encontre algunas y las comenceé a morder, incluso el sabror del plàstico me pareció agradable. No se que comí, pero mi hambre se sació en cierto modo. Hoy amaneció no sé cuando dormí pero el cesped de un parterre fue un buen colchón. Ahora a comenzar la travesía de nuevo voy en busca de comida.
Cada mañana no se por qué despues de tanto tiempo, peró me acuerdo de mi familia y de la sonrisa de aquel niño que se iluminaba al verme, pero también recuerdo aquel día cuando me dejaron fuera de casa y se fueron yo seguía el auto con todas mis fuerza subí , bajé y seguí por la avenida, no me importaban los otros carros solo quería alcanzar a mi familia. El niño salió por la ventanilla y yo me aliviè creyendo que se detendrían disminuí mi velocidad pero ellos no. En ese momento sentí el golpe en mi cadera, no se que fue pero me desperté en la vereda con un dolor insoportable en mi patita, nunca más pude ponerla en el suelo. Desde ahí vago por las calles de Quito buscando a mi familia, se que no quisieron dejarme, algo hice yo, seguro fue miculpa, era muy travieso, pero ahora con mi patita enferma no me puedo mover mucho y no voy a ser una molestia lo prometo. Solo quiero volverlos a ver y que me acaricien una vez más.
foto: Michelle Flores
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